Todo se quiebra, todo se reúne de nuevo; eternamente se edifica el mismo edificio de existencias (Nietzsche).
jueves, 29 de marzo de 2012
Los principios de la Física. Aristóteles.
Aristóteles partió de la evidencia del movimiento como característica o propiedad de los cuerpos a la hora de estudiar el origen del Cosmos, los principios de la física, esto es, el Ser en cuanto tal y sus primeras causas (las demás ciencias estudian sólo una parte de las cosas) y siguiendo su costumbre de comentar lo que habían dicho los filósofos anteriores empieza refutando la doctrina parmenídea de la unidad del universo, y que éste sea inmóvil e inmutable. Contra ella Aristóteles afirma que lo Uno es como el Ser, se dice de muchas maneras, de modo que cuando hablamos de unidad, del Ser, nos referimos a significados muy diversos entre sí, pero cada acepción se refiere a una misma naturaleza, está en relación con un principio único que confiere unidad a los diferentes sentidos, por eso el Ser es uno y múltiple a la vez. El sentido básico del Ser es la sustancia primera o esencia, en sentido básico del Ser éste es ya la sustancia. Por otro lado están sus atributos o cualidades específicas, esto es, las categorías, que no tienen sentido independendientes de la sustancia primera, también llamada sustancia real (en acto) o FORMA. La forma es el conjunto de todas las propiedades comunes a las cosas de un mismo tipo, su estructura; es lo que da realidad a cada Ser, la esencia de las cosas: las Ideas. Sin árbol (forma) no hay semilla por lo que es más importante la forma que lo potencial o materia. Por lo tanto, a la pregunta ¿qué es el Ser? Aristóteles dirá que es la realidad vista desde muchos sentidos o maneras, esto es, de muchas formas distintas que en realidad son una.
Aristóteles, a diferencia de Platón, no consideraba que el mundo de las cosas fuera menos real porque mutara. Lo real tiene un doble componente: forma y materia, y ambas, conjuntamente, constituyen lo que realmente ES, la sustancia. Pero la materia posee la capacidad de adquirir una forma diferente a la que en un momento determinado posee (potencia) y al adoptarla se actualiza ésta (el acto). La materia, por su misma naturaleza tiende a asumir una forma (predisposición a actualizarse), como si persiguiera un fin (teleología aristotélica). En la naturaleza nada es al azar, todo proceso persigue un fin determinado (mejorar y perfeccionarse). Aristóteles consideraba la actualización de todas las potencias como la Belleza. Solamente el Motor Inmóvil (Dios) que es acto puro o forma pura sin materia no es la realización de una potencia previa. es el motor que no se mueve pero sin el cual no hay movimiento (aún no se ha resuelto si en Aristóteles Dios es inmanente o trascendente al mundo). Y critica luego Aristóteles a los que habían puesto como origen del Cosmos un único principio, por ejemplo, Tales el Agua, Anaxímenes el Aire, Heráclito y el Fuego. O una totalidad indiferenciada, caso de Anaximandro o formada por una mezcla de elementos (aire, tierra, agua y fuego), caso de Empédocles. Más tiempo dedicó en refutar a Anaxágoras, rechazando por contradictoria su doctrina de que los principios son infinitos -las homeomerías-, haciendo notar que eso impediría toda ciencia verdadera.
Aristóteles dice que es evidente que los primeros principios deben ser contradictorios entre sí para que de ellos pueda haber generación de seres naturales. Reconoce que así lo comprendió la mayoría de los filósofos anteriores: lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco de Anaximandro, lo impar y lo par de los pitagóricos, lo raro y lo denso de Anaxímenes, el fuego y la tierra de Parménides, el amor y el odio de Heráclito, lo pleno y lo vacío de los atomistas. Aristóteles señala que hay tres principios y lo justifica analizando en qué consiste la generación actual: cuando hay génesis algo que era de una manera pasa a ser de otra y lo hace a partir de un sustrato, tanto cuando se trata de sustancias que se generan tanto cuando se trata de cualidades u otras formas de ser. Mediante el cambio el sustrato adquiere una nueva forma y se ve privado de la forma previa. Todo llega a ser a partir de un sustrato pasivo, de una forma activa y de una privación de forma. Estos son los tres principios de la Physis. En su Primer Libro de la Física Aristóteles acaba resaltando que la materia, en cuanto potencia o materia prima, ni ha sido generada ni puede ser destruida. Sólo en cuanto materia concreta de una determinada sustancia la materia se genera y se destruye, lo que significa que adquiere una forma y se desprende de otra. Desde nuestra perspectiva actual lo más original del pensamiento aristotélico frente a sus predecesores es el salto de lo físico a lo metafísico, desde la experiencia natural hacia los principios que la explican, a la vez lógicos y físicos.
domingo, 25 de marzo de 2012
Las Paradojas de Zenón.
Zenón de Elea, en el siglo V a.C, discípulo de Parménides, ganó fama y popularidad avalando las teorías de su maestro. Fue citado por Aristóteles como el inventor de la dialéctica y como tal ocupó un lugar muy respetable en la historia de la filosofía, adelantándose con su método a los sofistas y a Sócrates. Objetivos fundamentales de la refutación eleática son la pluralidad y el movimiento. Este filósofo se ocupó en mostrar la imposibilidad de la lógica a la hora de demostrar el movimiento (o sea, que el movimiento no se demuestra andando ni de ninguna otra manera, a lo sumo se muestra). Fue célebre por inventar paradojas que exploran las relaciones que existen entre el espacio y el tiempo. La más famosa se refiere a una carrera entre Aquiles y una tortuga. El héroe de los pies ligeros, Aquiles, concede una ventaja proporcional a su lentitud. Sin embargo, con estupor, Aquiles acaba descubriendo que NUNCA alcanzará a su contrincante. Si Aquiles ha de llegar desde A hasta la línea de meta B, primero debe alcanzar C, la línea de salida de la tortuga. Pero para entonces la tortuga habrá avanzado hasta D, y cuando Aquiles llegue allí verá con frustración que la tortuga ha avanzado hasta E, y así sucesivamente... la tortuga siempre irá un poco por delante de Aquiles, y será inalcanzable. El argumento aún sigue dando quebraderos de cabeza a filósofos, físicos y matemáticos. El interés de estas paradojas está en que Zenón sugiere que el movimiento y el cambio auténticos, reales, son imposibles, pues si no se puede pensar no existe, es una ilusión, y Parménides decía que LO MISMO ES SER QUE PENSAR, afirmando la inmutabilidad del Ser. El Ser Es y el no ser NO ES. Esto significaba que los seres humanos sólo podían confiar en la razón si querían descubrir cualquier verdad permanente del mundo. Parménides de Elea (s.VI a.C) escribiría un largo poema titulado Sobre la naturaleza sobre el poder de la lógica y del conocimiento. Coincidía con Heráclito en que el conocimiento empírico era subjetivo, inestable y poco seguro. Con él la filosofía pasa a ser de física (estudio de la naturaleza) a convertirse en ontología (ciencia de los principios).
En la más famosa de sus paradojas de Zenón, los libros de texto en general se remontan a la Teoría de la Relatividad y se las arreglan diciendo que los rompecabezas de Zenón no son resolubles si no se encuadran en un contexto espacio-tiempo de cuatro dimensiones. No obstante, en lo que a mí se refiere, no puedo permitir que por huir de la sartén de Zenón, ir a caer a las brasas de Einstein, así que nos las arreglaremos para encontrar una solución matemática-macarrónica que pueda resolver de alguna forma este absurdo de Zenón. El Cero y el Infinito son dos números como todos los demás. Sin embargo, estos dos extraños números, a diferencia de los comunes, tienen algunas condiciones excepcionales: el Cero multiplicado por cualquier número da siempre cero, y el infinito por cualquier número, da siempre otro infinito. Entonces, ¿qué pasa si multiplico entre cero y el infinito? No pasa nada: al ser un enfrentamiento entre dos entidades limitadas de las matemáticas el partido se cierra con empate y el resultado queda indefinido, es decir, cualquiera. Examinémoslo ahora con la famosa paradoja de la tortuga y Aquiles. Si subdivido infinitamente un tramo de recorrido, "al final" tendré un número infinito de longitud cero. Partiendo de esto, no podemos decir, como afirmaba Zenón, que la suma ha de ser a la fuerza infinita, dado que los pedacitos en el momento en que se convierten en infinito como número (que se acercan al límite), también se han convertido en cero como longitud. Por lo tanto, la tortuga irá recorriendo tramos más pequeños cada vez hasta que se desplace un tramito prácticamente igual a cero y es en ese momento cuando Aquiles adelanta a la tortuga.
Es evidente que los filósofos no se han dado tanta maña como los matemáticos a la hora de lidiar con el infinito, por eso han intentado siempre negarlo, o en el mejor de los casos, salvan la situación mediante la distinción entre infinito en acto e infinito en potencia. Es una lástima que los filósofos no hayan desarrollado más esta profunda intuición de Aristóteles: "Ciertamente no es posible durante un tiempo finito tocar cosas que sean infinitas por su cantidad, pero se las puede tocar si son infinitas por su división, porque en este sentido el tiempo mismo es infinito" porque aquí está la clave del camino que han seguido los matemáticos y les ha dado todos los triunfos: no se trata de afirmar o negar el infinito, sino de contraponer unos infinitos a otros, con la esperanza de que la razón salga indemne del enfrentamiento.
sábado, 24 de marzo de 2012
Platón y las Formas ideales.
Toda la historia de la filosofía hasta hoy se podría resumir en dos escuelas de pensamiento diametralmente opuestas: materialismo e idealismo. Ninguna de las dos ha logrado una victoria decisiva ni podemos esperar que se alcance en el futuro. En la gran mayoría de los casos la mutua incomprensión entre naturalistas (materialistas) y ontólogos (idealistas) es en gran parte una batalla entre dos temperamentos, por una parte el temperamento científico, que favorece una concepción de la filosofía como hermana de la poesía y en el mejor de los casos una sirviente de la ciencia, y por otra parte, el talante ontológico, que se afirma capaz de vislumbrar verdades con las que la ciencia nunca podrá soñar.
El descubrimiento del mundo como lo percibido por los sentidos nos hace plantearnos si también existen otros modos de ex-sistir, de ser, estar, permanecer o sostenerse, otros "modos de existir" y si podemos establecer grados de existencia o de realidad con más valor de verdad o certeza. Cada época histórica ha planteado sus puntos de vista sobre la existencia. Platón, el filósofo idealista por excelencia hizo de la distinción entre las cosas individuales, concretas y sus propiedades la piedra angular de la filosofía. Existen pues dos ámbitos: el de las cosas individuales que cambian (copias de las Ideas que participan de las mismas) y el de las propiedades que no cambian, el verdadero ser, que está fuera de las cosas). Con Platón comienza el primer sistema de categorización del mundo. Los entes o entidades se categorizan en función de sus propiedades (categorías), que no cambian. Las categorías son como los bloques constitutivos básicos del universo, eternos e inmutables. Dando un paso más allá Platón supone que la realidad, lo que existe y por tanto permanece, son esas Formas o Ideas, que existen en un mundo ordenado y jerárquico más allá del mundo material, de donde salen o mejor dicho, son sacadas de la nada por la mano de un demiurgo, quien tomando esas Ideas como modelos las introduce como almas o formas en la materia. Las formas son como plantillas perfectas que sólo algunas personas dotadas y adiestradas en habilidades mentales como las matemáticas pueden llegar a "ver". Tales individuos verán y conocerán la "bondad en sí" y serán buenos gobernantes de personas adoctrinadas desde que nacen para creer que la experiencia ordinaria es todo lo que hay, que jamás cuestionan el sistema. El sistema de Platón es cerrado. Si aceptamos lo que dice sobre el conocimiento, entonces debemos aceptar sus ideas morales y políticas dictatoriales. Platón parece haber pensado que todo conocimiento puede ser tan permanente e incorpóreo como las matemáticas, lo cual no es cierto. Probablemente quedó también "hechizado" por esa peculiar concepción de la antigua Grecia en virtud de la cual, si "conoces" algo tienes que experimentarlo directamente. Así se explica Platón el mundo cambiante y material en que vivimos y así entiende el sentido de la vida como lugar de tránsito hacia la vida verdadera en el Mundo de las Ideas, al que el alma llega tras sucesivas reencarnaciones hasta llegar al alma humana racional, que se librará finalmente de la materia a través de la filosofía por medio del conocimiento y amor de la idea de Bien, origen de todo Ser.
El desdén hacia el mundo material (caótico, sin vida, dependiente y mudable) y la elevación de lo ideal y absoluto nace en este momento, y no es casualidad que el idealismo platónico surja en Atenas en el mismo momento en que el sistema esclavista alcanza su punto álgido cuando el trabajo manual era sinónimo de esclavitud, por ello el único trabajo digno de respeto era el intelectual. Aún así, no puede dudarse que la influencia de las ideas platónicas en nuestra forma de entender y explicar el mundo ha sido y es tan evidente y determinante que bien podría considerarse toda la aportación histórica de la filosofía occidental como un comentario a pie de página de la obra de Platón.
viernes, 23 de marzo de 2012
Heráclito y Parménides.
Heráclito de Éfeso, que vivió hacia el s. VI a.C habría tolerado mejor que Pitágoras un mundo irracional. Su apodo era "El Timón" porque mantenía que el mundo está siempre cambiando y en un estado de permanente conflicto. Esto lo ilustra mejor sus célebre dicho: "Todo fluye, nada permanece". Sin embargo, para Heráclito, bajo esta lucha de opuestos subyace un orden o ley que regula su funcionamiento: el LOGOS, simbolizado por el fuego, algo que siempre está cambiando y que, no obstante, preserva su unicidad. A diferencia de los sabios de Mileto y Samos, Heráclito se caracteriza por preguntarse cómo es la realidad, no de dónde viene. La originalidad de su intuición fue haber imaginado el mundo como un gigantesco campo de batalla en el que se enfrentan fuerzas más o menos similares. La lucha no constituye una excepción, sino la norma de vida, o mejor dicho, es la vida misma y los hombres debían aceptarla como una especie de justicia natural. Pero con frecuencia a Heráclito se le entiende mal porque en realidad en su universo subyacen la unidad y la consistencia, solo que el conocimiento obtenido por los sentidos y en el que creemos, es "relativo al observador", por ejemplo: una montaña sube o baja dependiendo de dónde nos encontremos en cada momento, pero el camino que sube y el que baja es en realidad el mismo.
Parménides de Elea (s. VI a.C), a diferencia de Heráclito, buscaba el principio y el logos de la naturaleza en lo real. En su poema "Sobre la naturaleza" plasmaba lo contrario de Heráclito: la necesidad lógica y por tanto real de la esencia de todo lo real, el ser. Parménides usó el ser en el sentido de aquello que hace que lo existente exista, y así reflexionando ingenuamente sobre el significado del término ser y aplicando una argumentación lógica, expuso: el ser es, y si su contrario es el no ser, no existe; como el ser es todo (o la esencia de todo) el ser es uno, y es ingénito, pues ¿qué nacimiento podrías encontrarle?, no puede nacer del no ser, pues por el axioma se ha estipulado la inexistencia del no ser; tampoco del ser, pues entonces habría dos seres, y por el axioma se ha estipulado la Uno-Totalidad del ser; por la misma argumentación, el ser es imperecedero; el ser es uno, invariable, perfecto e inmóvil. Estas cualidades captadas por la razón, aplicadas al mundo niegan la realidad del cambio, contradiciendo el sentido común.
Si se me permite hacer una breve alusión a cómo solucionaron el problema Platón y Aristóteles, se verá mejor el meollo del problema. El ser se dice de muchas maneras. Platón dirá que es inaceptable la aceptación parmenídea de que no podemos pensar el no ser porque no existe; debemos atrevernos a pensar el no ser no como una nada, que ciertamente no existe, sino como una alteridad o diferencia para indicar que A no es B; de tal modo, ser significa lo que existe, pero también la esencia, la identidad de una idea consigo misma. Aristóteles, con la introducción de los conceptos de potencia y acto, atacó el corazón tanto del axioma como de la argumentación parmenídea. La dynamis es ser, aunque de distinta manera de ser-energeia; luego, hay más de un ser, del ser-dynamis (en potencia) nace el ser-energeia (en acto), contra el postulado parmenídeo de que el ser no puede nacer del no ser. Esta nueva manera de razonar da como resultado una nueva y más correcta visión del mundo; ahora bien, estamos ante una filosofía del lenguaje, es decir, que si no poseemos una estructura lingüístico-conceptual adecuada no podemos expresar el mundo, cumpliéndose bien aquí la famosa afirmación que reza "los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje".
jueves, 22 de marzo de 2012
Del mito al logos.
Acuciados por la admiración ante el universo los hombres se han esforzado desde siempre por alcanzar el sentido último y universal de esa vasta realidad cuyo fundamento se le escapa. Por ello surgieron, a lo largo de la historia, muchas doctrinas que intentaron dar una explicación profunda del universo, ya antiguas civilizaciones, como la egipcia o la babilónica, tenían grandes conocimientos en matemáticas, geometría, astronomía, pero no alcanzaron fama por su filosofía, sus explicaciones religiosas de las cosas eran minuciosas y pintorescas, y afectaban profundamente a su sentido de la existencia, pero filosóficamente eran poco ortodoxas y rígidas, monopolizadas por castas sacerdotales que desaprobaban el análisis objetivo, sistemático y crítico. Todo cambió cuando los antiguos griegos inventaron la filosofía, allá por el siglo VI a.C. Nadie sabe por qué, sea como fuere, parece existir consenso en que es a partir de entonces cuando surge el deseo de conocer del ser humano de forma abstracta y racional. Los griegos eran una gran nación comerciante que dominaba buena parte del Mediterráneo oriental y que se apropió de los mitos, el misticismo y el conocimiento de sus culturas vecinas. Pero a diferencia de éstos, los griegos veían el mundo con ojos inquisitivos de filósofos-científicos, y ello les llevó a pensar que debía existir alguna clase de orden o de lógica subyacente al modo de ser de las cosas. No se contentaban sólo con las explicaciones religiosas. Esto se debe a que los "hellenoi" contaban con una conciencia de pueblo con un origen común que expresaban con mitos transmitidos por los poetas pero que nunca se integraron en una religión dogmática con un cuerpo sacerdotal estructurado. Así pues, nada impedía que los primeros filósofos griegos "los jonios de Mileto" buscaran respuestas que hoy llamaríamos "científicas" más que sobrenaturales.
Los primeros filósofos griegos fueron unos auténticos genios excéntricos que vivían en Mileto, una colonia situada en la actual costa turca, en el siglo VI a.C. Ellos formularon la GRAN PREGUNTA: ¿de qué está hecha la realidad? La verdad es que es una pregunta muy extraña. La mayoría de la gente diría que el mundo está hecho de muchas cosas diferentes porque así lo parece. Pero los milesios no aceptaban que lo que vemos equivaliera necesariamente a lo verdadero. Es una convención histórica considerar a Tales de Mileto, astrónomo y matemático, como el primer filósofo. Tanto él como sus discípulos Anaximandro y Anaxímenes empezaron a buscar en la naturaleza las causas de los fenómenos, y una ley que pudiera explicar de forma racional la realidad. Los tres consideraron que bajo la realidad cambiante que observamos, existe un principio fijo y universal que es la esencia de todas las cosas. Según Tales el principio constitutivo del mundo era el agua ya que constituye fuente de vida, para Anaxímenes el aire (por su falta de límites y su movimiento continuo), para Anaximandro el ápeiron o lo indefinido, en vez de una sustancia concreta.
Pitágoras de Samos (s. VI a.C) se formuló la misma GRAN PREGUNTA que los anteriores, pero propuso una respuesta muy diferente. Propuso que la estructura del mundo, el principio fijo y universal que subyace a todo lo que vemos, eran expresiones numéricas o geométricas (algo en lo que están de acuerdo algunos matemáticos de hoy día). Su gran avance fue reconocer que esas verdades matemáticas debían ser demostradas, y no aceptarse sin más. Su misticismo de los números se nos antoja hoy bastante extraño (él y sus discípulos veneraban a los números y que todo se reducía a proporciones numéricas, incluso las cualidades morales, y afirmaba que la justicia era el número 4, porque era un número cuadrado). No es de extrañar que el descubrimiento de uno de sus discípulos de la existencia de números irracionales como Pi (la proporción entre la circunferencia de un círculo y su diámetro da un número de infinitos decimales, lo que sugiere que el mundo no es en absoluto tan matemáticamente proporcionado y perfecto) causara una auténtica conmoción entre sus seguidores. Incluso se cuenta que Pitágoras llegó a ahogar al infortunado descubridor por hacer pública esta embarazosa verdad. Así que, no todos los filósofos toleraban el debate con una mentalidad tan abierta. Si tanto me he extendido sobre los primeros filósofos es porque en ellos ya está prefigurado el resto, que se deduce perfectamente, ya por continuación, o bien por crítica y reacción.
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