sábado, 24 de marzo de 2012

Platón y las Formas ideales.



Toda la historia de la filosofía hasta hoy se podría resumir en dos escuelas de pensamiento diametralmente opuestas: materialismo e idealismo. Ninguna de las dos ha logrado una victoria decisiva ni podemos esperar que se alcance en el futuro. En la gran mayoría de los casos la mutua incomprensión entre naturalistas (materialistas) y ontólogos (idealistas) es en gran parte una batalla entre dos temperamentos, por una parte el temperamento científico, que favorece una concepción de la filosofía como hermana de la poesía y en el mejor de los casos una sirviente de la ciencia, y por otra parte, el talante ontológico, que se afirma capaz de vislumbrar verdades con las que la ciencia nunca podrá soñar.

El descubrimiento del mundo como lo percibido por los sentidos nos hace plantearnos si también existen otros modos de ex-sistir, de ser, estar, permanecer o sostenerse, otros "modos de existir" y si podemos establecer grados de existencia o de realidad con más valor de verdad o certeza. Cada época histórica ha planteado sus puntos de vista sobre la existencia. Platón, el filósofo idealista por excelencia hizo de la distinción entre las cosas individuales, concretas y sus propiedades la piedra angular de la filosofía. Existen pues dos ámbitos: el de  las cosas individuales que cambian (copias de las Ideas que participan de las mismas) y el de las propiedades que no cambian, el verdadero ser, que está fuera de las cosas).  Con Platón comienza el primer sistema de categorización del mundo. Los entes o entidades se categorizan en función de sus propiedades (categorías), que no cambian. Las categorías son como los bloques constitutivos básicos del universo, eternos e inmutables. Dando un paso más allá Platón supone que la realidad, lo que existe y por tanto permanece, son esas Formas o Ideas, que existen en un mundo ordenado y jerárquico más allá del mundo material, de donde salen o mejor dicho, son sacadas de la nada por la mano de un demiurgo, quien tomando esas Ideas como modelos las introduce como almas o formas en la materia. Las formas son como plantillas perfectas que sólo algunas personas dotadas y adiestradas en habilidades mentales como las matemáticas pueden llegar a "ver". Tales individuos verán y conocerán la "bondad en sí" y serán buenos gobernantes de personas adoctrinadas desde que nacen para creer que la experiencia ordinaria es todo lo que hay, que jamás cuestionan el sistema. El sistema de Platón es cerrado. Si aceptamos lo que dice sobre el conocimiento, entonces debemos aceptar sus ideas morales y políticas dictatoriales. Platón parece haber pensado que todo conocimiento puede ser tan permanente e incorpóreo como las matemáticas, lo cual no es cierto. Probablemente quedó también "hechizado" por esa peculiar concepción de la antigua Grecia en virtud de la cual, si "conoces" algo tienes que experimentarlo directamente. Así se explica Platón el mundo cambiante y material en que vivimos y así entiende el sentido de la vida como lugar de tránsito hacia la vida verdadera en el Mundo de las Ideas, al que el alma llega tras sucesivas reencarnaciones hasta llegar al alma humana racional, que se librará finalmente de la materia a través de la filosofía por medio del conocimiento y amor de la idea de Bien, origen de todo Ser.

El desdén hacia el mundo material (caótico, sin vida, dependiente y mudable) y la elevación de lo ideal y absoluto nace en este momento, y no es casualidad que el idealismo platónico surja en Atenas en el mismo momento en que el sistema esclavista alcanza su punto álgido cuando el trabajo manual era sinónimo de esclavitud, por ello el único trabajo digno de respeto era el intelectual. Aún así, no puede dudarse que la influencia de las ideas platónicas en nuestra forma de entender y explicar el mundo ha sido y es tan evidente y determinante que bien podría considerarse toda la aportación histórica de la filosofía occidental como un comentario a pie de página de la obra de Platón.

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