jueves, 22 de marzo de 2012

Del mito al logos.


Acuciados por la admiración ante el universo los hombres se han esforzado desde siempre por alcanzar el sentido último y universal de esa vasta realidad cuyo fundamento se le escapa. Por ello surgieron, a lo largo de la historia, muchas doctrinas que intentaron dar una explicación profunda del universo, ya antiguas civilizaciones, como la egipcia o la babilónica, tenían grandes conocimientos en matemáticas, geometría, astronomía, pero no alcanzaron fama por su filosofía, sus explicaciones religiosas de las cosas eran minuciosas y pintorescas, y afectaban profundamente a su sentido de la existencia, pero filosóficamente eran poco ortodoxas y rígidas, monopolizadas por castas sacerdotales que desaprobaban el análisis objetivo, sistemático y crítico. Todo cambió cuando los antiguos griegos inventaron la filosofía, allá por el siglo VI a.C. Nadie sabe por qué, sea como fuere, parece existir consenso en que es a partir de entonces cuando surge el deseo de conocer del ser humano de forma abstracta y racional. Los griegos eran una gran nación comerciante que dominaba buena parte del Mediterráneo oriental y que se apropió de los mitos, el misticismo y el conocimiento de sus culturas vecinas. Pero a diferencia de éstos, los griegos veían el mundo con ojos inquisitivos de filósofos-científicos, y ello les llevó a pensar que debía existir alguna clase de orden o de lógica subyacente al modo de ser de las cosas. No se contentaban sólo con las explicaciones religiosas. Esto se debe a que los "hellenoi" contaban con una conciencia de pueblo con un origen común que expresaban con mitos transmitidos por los poetas pero que nunca se integraron en una religión dogmática con un cuerpo sacerdotal estructurado. Así pues, nada impedía que los primeros filósofos griegos "los jonios de Mileto" buscaran respuestas que hoy llamaríamos "científicas" más que sobrenaturales.

Los primeros filósofos griegos fueron unos auténticos genios excéntricos que vivían en Mileto, una colonia situada en la actual costa turca, en el siglo VI a.C. Ellos formularon la GRAN PREGUNTA: ¿de qué está hecha la realidad? La verdad es que es una pregunta muy extraña. La mayoría de la gente diría que el mundo está hecho de muchas cosas diferentes porque así lo parece. Pero los milesios no aceptaban que lo que vemos equivaliera necesariamente a lo verdadero. Es una convención histórica considerar a Tales de Mileto, astrónomo y matemático, como el primer filósofo. Tanto él como sus discípulos Anaximandro y Anaxímenes empezaron a buscar en la naturaleza las causas de los fenómenos, y una ley que pudiera explicar de forma racional la realidad. Los tres consideraron que bajo la realidad cambiante que observamos, existe un principio fijo y universal que es la esencia de todas las cosas. Según Tales el principio constitutivo del mundo era el agua ya que constituye fuente de vida, para Anaxímenes el aire (por su falta de límites y su movimiento continuo), para Anaximandro el ápeiron o lo indefinido, en vez de una sustancia concreta.

Pitágoras de Samos (s. VI a.C) se formuló la misma GRAN PREGUNTA que los anteriores, pero propuso una respuesta muy diferente. Propuso que la estructura del mundo, el principio fijo y universal que subyace a todo lo que vemos, eran expresiones numéricas o geométricas (algo en lo que están de acuerdo algunos matemáticos de hoy día). Su gran avance fue reconocer que esas verdades matemáticas debían ser demostradas, y no aceptarse sin más. Su misticismo de los números se nos antoja hoy bastante extraño (él y sus discípulos veneraban a los números y que todo se reducía a proporciones numéricas, incluso las cualidades morales, y afirmaba que la justicia era el número 4, porque era un número cuadrado). No es de extrañar que el descubrimiento de uno de sus discípulos de la existencia de números irracionales como Pi (la proporción entre la circunferencia de un círculo y su diámetro da un número de infinitos decimales, lo que sugiere que el mundo no es en absoluto tan matemáticamente proporcionado y perfecto) causara una auténtica conmoción entre sus seguidores. Incluso se cuenta que Pitágoras llegó a ahogar al infortunado descubridor por hacer pública esta embarazosa verdad. Así que, no todos los filósofos toleraban el debate con una mentalidad tan abierta. Si tanto me he extendido sobre los primeros filósofos es porque en ellos ya está prefigurado el resto, que se deduce perfectamente, ya por continuación, o bien por crítica y reacción.

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